The Móstoles connection
El pasado miércoles estuve otra vez en Móstoles. Esta vez tenía una misión con dos objetivos claros: encontrar piso y entregar la solicitud de beca.
Partí de Algeciras el martes a las 21:45. Esta vez el autobús era algo mejor que el anterior. Nada más entrar, te entregaban el kit del buen viajero en autobús, formado por una botella de agua (que en el momento de la entrega estaba llena) y unos auriculares estéreo (que te podías quedar y todo). El viaje fue bastante más cómodo que el anterior. Como cada viajero tenía su música de manera individual, no tuve que aguantar el magnífico repertorio durante toda la noche. Además, esta vez el aire acondicionado estaba a una temperatura prudencial (la vez anterior, el aire acondicionado estaba a 20 ºC mientras pasábamos por Despeñaperros; mi bocata de salchichón estaba más fresco que una lechuga).
Sin embargo, ya sabía yo que algo tenía que pasar. No sé si fue culpa del agua, pero a mitad de viaje a un buen señor viajero se le ocurrió ir al servicio (sí, el autobús tenía servicio y todo). Lo que comió el buen viajero no pude averiguarlo, pero a juzgar por el aroma del que se impregnó el autobús, sí que puedo imaginarme que es lo que soltó. Menos mal que la visita al servicio fue antes de la parada de rigor, y se pudo ventilar el autobús. Tras reanudar el viaje, la atmósfera del autobús ya volvía a contener más oxígeno que metano.
La vez anterior, en el área de descanso nos estaba esperando la Guardia Civil. Esta vez no; tampoco hubiera servido de mucho, porque con ese aroma el pobre perro no hubiera encontrado ni una trompeta como la de Ray Charles.
Sobre las 6:00 llegué a Madrid. Allí estaba yo, solo ante el peligro. Mi intención era encontrar piso en un único día (para ser más exactos, en una única mañana). Mis amigos se encargaron de arruinar mi motivación, tachándome de ser más ingenuo que Mary Poppins si pretendía encontrar piso en un solo día. Así que allí estaba yo, en una ciudad que no conozco, y sin tener absolutamente ni idea de qué hacer.
De repente, me di cuenta de que había un kiosco en la estación. Después de realizar el ritual del vistazo a las revistas (las de informática, malpensados), me encontré con dos periódicos de anunicos gratuitos (que no periódicos gratuitos de anuncios; cada uno costaba 2.70 Eypos): el Anuntis y el Segunda Mano. El Anuntis le hubiera resultado más útil al buen señor viajero. En cambio, el Segunda Mano es la biblia de los aspirantes a encontrar un piso barato y/o compartido. Realizé una búsqueda exhaustiva entre el océano de anuncios, y encontré tres pisos (más tarde descubrí que llamarlos pisos era pretender demasiado) cuyo coste se ajustaba a lo que pensaba que debía pagar por un piso.
Recargué el móvil y me puse en contacto con los anunciantes. No voy a entrar en detalles de cómo eran los pisos, porque sólo de acordarme me deprimo. Lo mejor de todo es que cada piso estaba en una punta de Madrid. De las cuatro horas que invertí en la ronda de visitas, tres y cuarto las pasé en el metro (incluyendo el viaje a Móstoles después de la última visita).
Después de visitar el último piso estaba algo deprimido. Los sitios no me convencían, y casi no me quedaba tiempo para ver más pisos. Mis amigos iban a tener razón (con lo que fastidia tener que reconocer que otra persona diferente de ti tiene razón). Pero se obró el milagro. De repente mi móvil estaba sonando, el número era completamente desconocido. Era el hermano de un compañero del departamento, que alquilaba una magnífica habitación en un magnífico adosado, y a un magnífico precio (de verdad, todavía no me lo creo). Fue Jesús (bendito seas :-) quien me dijo lo este piso.
Así que ya estaba cumplido uno de los objetivos de la misión.
En cuanto a la entrega de la solicitud, había quedado con Jesús a las 12:00, y llegué a las 12:15 . Rellenamos un formulario que quedaba en un periquete, y nos dirigimos a entregar la solicitud. Pero no había nadie en Investigación :-(, y no pudimos entregarla. Se la entregamos a un compañero (Luis López, que además me llevó a ver el adosado, y me dejó en la estación para coger el tren, muchas gracias por todo:-), y espero que en los próximos días pueda entregarse y se tramite rápidamante.
Aprovechamos también para mantener una reunión, y de paso conocer a más compañeros del departamento.
En resumen, un día que comenzaba mal, pero que acabó realmente bien. A ver si esta semana vuelvo a Móstoles, y dejo cerrado definitivamente el tema del piso.
Partí de Algeciras el martes a las 21:45. Esta vez el autobús era algo mejor que el anterior. Nada más entrar, te entregaban el kit del buen viajero en autobús, formado por una botella de agua (que en el momento de la entrega estaba llena) y unos auriculares estéreo (que te podías quedar y todo). El viaje fue bastante más cómodo que el anterior. Como cada viajero tenía su música de manera individual, no tuve que aguantar el magnífico repertorio durante toda la noche. Además, esta vez el aire acondicionado estaba a una temperatura prudencial (la vez anterior, el aire acondicionado estaba a 20 ºC mientras pasábamos por Despeñaperros; mi bocata de salchichón estaba más fresco que una lechuga).
Sin embargo, ya sabía yo que algo tenía que pasar. No sé si fue culpa del agua, pero a mitad de viaje a un buen señor viajero se le ocurrió ir al servicio (sí, el autobús tenía servicio y todo). Lo que comió el buen viajero no pude averiguarlo, pero a juzgar por el aroma del que se impregnó el autobús, sí que puedo imaginarme que es lo que soltó. Menos mal que la visita al servicio fue antes de la parada de rigor, y se pudo ventilar el autobús. Tras reanudar el viaje, la atmósfera del autobús ya volvía a contener más oxígeno que metano.
La vez anterior, en el área de descanso nos estaba esperando la Guardia Civil. Esta vez no; tampoco hubiera servido de mucho, porque con ese aroma el pobre perro no hubiera encontrado ni una trompeta como la de Ray Charles.
Sobre las 6:00 llegué a Madrid. Allí estaba yo, solo ante el peligro. Mi intención era encontrar piso en un único día (para ser más exactos, en una única mañana). Mis amigos se encargaron de arruinar mi motivación, tachándome de ser más ingenuo que Mary Poppins si pretendía encontrar piso en un solo día. Así que allí estaba yo, en una ciudad que no conozco, y sin tener absolutamente ni idea de qué hacer.
De repente, me di cuenta de que había un kiosco en la estación. Después de realizar el ritual del vistazo a las revistas (las de informática, malpensados), me encontré con dos periódicos de anunicos gratuitos (que no periódicos gratuitos de anuncios; cada uno costaba 2.70 Eypos): el Anuntis y el Segunda Mano. El Anuntis le hubiera resultado más útil al buen señor viajero. En cambio, el Segunda Mano es la biblia de los aspirantes a encontrar un piso barato y/o compartido. Realizé una búsqueda exhaustiva entre el océano de anuncios, y encontré tres pisos (más tarde descubrí que llamarlos pisos era pretender demasiado) cuyo coste se ajustaba a lo que pensaba que debía pagar por un piso.
Recargué el móvil y me puse en contacto con los anunciantes. No voy a entrar en detalles de cómo eran los pisos, porque sólo de acordarme me deprimo. Lo mejor de todo es que cada piso estaba en una punta de Madrid. De las cuatro horas que invertí en la ronda de visitas, tres y cuarto las pasé en el metro (incluyendo el viaje a Móstoles después de la última visita).
Después de visitar el último piso estaba algo deprimido. Los sitios no me convencían, y casi no me quedaba tiempo para ver más pisos. Mis amigos iban a tener razón (con lo que fastidia tener que reconocer que otra persona diferente de ti tiene razón). Pero se obró el milagro. De repente mi móvil estaba sonando, el número era completamente desconocido. Era el hermano de un compañero del departamento, que alquilaba una magnífica habitación en un magnífico adosado, y a un magnífico precio (de verdad, todavía no me lo creo). Fue Jesús (bendito seas :-) quien me dijo lo este piso.
Así que ya estaba cumplido uno de los objetivos de la misión.
En cuanto a la entrega de la solicitud, había quedado con Jesús a las 12:00, y llegué a las 12:15 . Rellenamos un formulario que quedaba en un periquete, y nos dirigimos a entregar la solicitud. Pero no había nadie en Investigación :-(, y no pudimos entregarla. Se la entregamos a un compañero (Luis López, que además me llevó a ver el adosado, y me dejó en la estación para coger el tren, muchas gracias por todo:-), y espero que en los próximos días pueda entregarse y se tramite rápidamante.
Aprovechamos también para mantener una reunión, y de paso conocer a más compañeros del departamento.
En resumen, un día que comenzaba mal, pero que acabó realmente bien. A ver si esta semana vuelvo a Móstoles, y dejo cerrado definitivamente el tema del piso.
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