Born to be geek!

martes, septiembre 28, 2004

Vuelva usted mañana

La semana pasada tuve que entregar la solicitud para una beca FPU. Aunque tengo la beca del grupo de Investigación, conseguir una FPU me daría la tranquilidad de tener cuatro años de beca, y liberaría al grupo de tener que pagarme :-).

Así que tenía bastante ganas de hacer el papeleo y entregar la solicitud. La beca esta la tienes que entregar en la Dirección General de Universidades, que está en Madrid en la C/ Serrano 150. También la puedes enviar por correo certificado. Pero como tengo el metro a la puerta de la universidad, decidí llevarla yo mismo hasta la calle Serrano.

El sitio lo encontré sin problemas, a pesar de que no había ningún cartel que señalara qué había en aquel edificio (en algún tiempo pasado hubo un cartel, como evidenciaba un recuadro más limpio que el resto de la pared).

Seguro que más de un compañero del grupo de robótica hubiera querido acompañarme a entregar la solicitud; nada más entrar había una señora (iba a poner simpática señora, pero no, no era precisamente simpática) que sólo sabía decir cuarta planta. Eso sí, el sensor de acercamiento de personas funcionaba perfectamente. Cada vez que te acercabas decía cuarta planta. El diálogo fue más o menos así:

Yo: Buenos días, venía a entregar una solicitud de ....
Señora: Cuarta planta
Yo: Pero es que no me ha dejado term....
Señora: Cuarta planta
Yo: Verá es que ....
Señora: Cuarta planta

Debía ser algún modelo de robot de última generación. Aunque el sensor para captar sonidos estaba obviamente estropeado.

Así que subí a la cuarta planta (qué remedio). La cuarta planta era un pasillo repleto de despachos, y de archivos colocados en cualquier sitio. Aquello parecía una peli de miedo: los teléfonos sonando sin que nadie los atendiera, casi todos los despachos vacíos, las cajas del archivo por todos sitios... De repente apareció una funcionaria que estaba trabajando (ya lo sé, es una incoherencia), y me dijo que esperara en la segunda puerta a la derecha, y que pidiera la vez si había cola. Cuando llegué no había cola ni nada: otro funcionario desaparecido en combate.

Esperé durante más de cuarenta minutos, y ya me largué, más desesperado que Carlos Sáinz tratando de arrancar el coche (ya entiendo porque no había cola, ese día no había ningún santo paciente para entregar ninguna solicitud).

Cuando bajaba de nuevo a hablar con el robot, me di cuenta de que me faltaba una fotocopia. En la segunda planta vi una fotocopiadora. Esta es la mía, dije, y me acerqué a la fotocopiadora. Pero apareció una funcionaria (aquella, a diferencia de la cuarta, no era una planta fantasma). Me preguntó qué estaba haciendo (no lo pude evitar, puse cara de ups, me han pillado). Le expliqué que necesitaba una fotocopia, y que el robot no querría seguramente hacerme una. Así que la buena señorita me dijo que ella hacía la fotocopia. Encendió el cacharro, y durante más de 10 minutos estuvo calentándose. Ya ves, ingenuo de mi, tan pronto (sobre las 12:40) y queriendo hacer una fotocopia (pero hombre, que a esas horas todavía no han tenido tiempo de encender la máquina).

Durante el período de calentamiento apareció otra funcionaria, y se puso a hablar con la primera:

Una: Hola fulanita, ¿qué haces por aquí?
Otra: Nada zutanita, estaba dando una vuelta y le voy a hacer una fotocopia a este chaval
Una: (intrascendente)
Otra: (más intrascendente todavía)

¡Una vuelta! ¿Pero es que nadie trabajaba allí?

Cuando por fin se calentó la máquina, me hizo la fotocopia. Así que ya no me faltaba nada. Estaba mentalizado para enfrentarme con el robot. Bajé y, oh sorpresa, ya no estaba el robot. Había una cola de pobres ingenuos que pensarían que el robot podría atenderlos.

Como estaba deseperado, me puse a hacer cola, ingenuamente esperando que esta vez el robot me escuchara. Una horrorosa frase me rondaba la cabeza:

Vuelva usted mañana, vuelva usted mañana

Después de quince minutos apareció el robot (seguramente estaba recargando las baterías, que creo que en el convenio tienen derecho a dos o tres recargas durante la mañana), y empezó a atender a la gente. Esta vez el robot sonreía. Le cambiarían el programa, supongo.

Cuando fue mi turno, le dije al robot:

Yo: Verá, en la cuarta planta debe haber sucedido un holocausto nuclear, porque está completamente desierta.
Robot: ¿No hay nadie? Entonces no te preocupes, dame la solicitud y yo te la sello.

¿Pero mujer de dios, para qué me hizo subir a la cuarta planta si allí mismo la podía entregar?

Bueno, al final, después de visitar el desierto nuclear, y de enfrentarme con el robot, conseguí entregar la solicitud. Sólo había perdido un par de horas allí, y no necesité volver mañana.